*Por Manuel Cotado
Licenciado en turismo
Desde 1980, y por iniciativa de la OMT, el 27 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Turismo. En ese marco, representantes de los países que integran la ONU se encuentran todos los años en una celebración que tiene por objetivo dar visibilidad a la importancia del turismo a nivel internacional y debatir los desafíos del sector a futuro.
Resulta un buen contexto para reflexionar sobre el rol de la actividad turística en nuestro país y puntualmente en Mar del Plata, desde donde se pueden ensayar algunas respuestas a las demandas de un nuevo mundo, marcado por infinidad de cambios culturales, políticos y sociales.
Cambiar el abordaje para impulsar el desarrollo
Partimos de un postulado: El turismo tiene la posibilidad, particularmente en situaciones de crisis como la que estamos atravesando, de producir desarrollo y crecimiento para la ciudad. Pero para lograrlo, resulta indispensable transformar ciertas miradas y paradigmas.
Cada vez que se habla de turismo, y especialmente a la hora de planificar y gestionar política turística, suele caerse en el reduccionismo de considerarlo únicamente como una actividad económica, sin contemplar su carácter social o cultural. Cuando los diagnósticos y las decisiones se basan exclusivamente en factores monetarios, se pierde la oportunidad de que a través del turismo se represente y ponga en valor la identidad de la ciudad.
¿Cuántas veces se escuchó decir que la cantidad de turistas que recibe Mar del Plata depende de cuánta plata tiene la gente en el bolsillo?
¿O que la competitividad de la oferta turística de la ciudad obedece a la variable de si el dólar está caro o barato?
Estas preguntas –a las cuales les podríamos sumar muchísimas más- representan un abordaje que considera al turista como un mero consumidor dispuesto a comprar un producto y a la actividad como un mero factor económico. Y en ese abordaje, falta un aspecto fundamental: El turismo como fenómeno social y cultural.
El turismo como fenómeno social
El turismo es motor económico y es consumo, ocio y recreación. Pero en igual medida es experiencia, es un campo de relaciones entre personas y entre grupos sociales, entre las ciudades y quienes la visitan, entre la comunidad que recibe y los que llegan. Es construcción de redes y protagonismo de los territorios, y tiene mucho más que ofrecer en el consumo identitario que en el material.
Si la probabilidad de recibir a más o menos turistas dependiera exclusivamente de un criterio económico y externo, la ciudad en su conjunto tendría muy poco para hacer más allá de lo que resuelvan quienes tienen la responsabilidad de gestionar el negocio.
Sobre todo, en un momento en el cual los ciudadanos del mundo están ejerciendo nuevas formas de hacer turismo, Mar del Plata tiene la oportunidad de consolidar al sector como un gran motor económico. Pero para lograrlo, paradójicamente, los ejes centrales deben ser -más que económicos- sociales, políticos y culturales. A través del turismo, entendido en toda su complejidad y su potencialidad, la ciudad puede construir comunidad, impulsar procesos de transformación y aportar al desarrollo local.